Escultura hiperrealista sobre Francisco de Miranda, coronel del Regimiento de Coraceros de Ekaterinoslav por J. Escalona

Propuesta de escultura hiperrealista[1]

Figura a escala real de un oficial del ejército ruso del siglo XVIII

 

 

            En el año 2015, después de dar por terminada (en esta etapa) la investigación sobre Francisco de Miranda como coronel del ejército ruso[2], decidimos que era momento de presentar las conclusiones, lo que nos llevó a desarrollar, sobre la base de las pesquisas analizadas, un trabajo artístico donde se pudieran reflejar con toda precisión los hallazgos encontrados.

            Es así como comenzamos a prepararnos para el bicentenario de la muerte del Precursor de las independencias de América Latina, que con mucha atención se estaba organizando en Venezuela (2016). Con la imaginación centrada en una propuesta novedosa, reflexionamos acerca de desarrollar un proyecto de escultura hiperrealista sobre Miranda.

            Después de muchas consultas sobre el tema y luego de una recolección y selección de datos muy bien acabados, logramos localizar al artista ruso Mikhaíl Nesterov —por muchos años se ha desempeñado de manera muy calificada como escultor retratista en los círculos artísticos y culturales de la Federación de Rusia — y encargarle la misión de recrear un rostro de cera a escala real de Miranda. Paralelamente, bajo la coordinación del uniformólogo e historiador ruso Oleg Leonov, se encargó al curador Sergei Minchenkov, la confección de un uniforme del Regimiento de Coraceros de Ekaterinoslav; empleando materiales originales y siguiendo el estándar de fabricación de prendas militares de finales del siglo XVIII, a partir del estudio de todo lo relacionado con el uniforme: la casaca, la chupa, los calzones, el corbatín, las botas, las charreteras, el sombrero, los bordados, el cinturón, el fajín, el sable y los botones, entre otros accesorios.

            La presente propuesta, esta documenta en fuentes primarias, es decir, a partir de los hechos descritos en los diarios de viaje de Miranda por el Imperio ruso, periodo en que se convierte en coronel del ejército de Catalina II, “La Grande”.

            No disponíamos de los datos del cráneo, ni de datos científicos que pudieran precisar las características corporales y fisionómicas de Miranda, pues como sabemos, hasta ahora, no conocemos el destino de sus restos óseos. Su rostro permaneció mucho tiempo en la penumbra, ya que su fisonomía nos había sido esquiva y se nos ofrecía distorsionada[3]. Sin embargo, el proyecto lo iniciamos fundamentados en datos válidamente aceptados por la comunidad de historiadores de Venezuela y del exterior.

            En la última etapa del siglo XIX, se inició un “proceso de fijación iconográfica, o de conversión en efigie artística paradigmática en el imaginario colectivo venezolano. Tal fenómeno se verificará cuando, a partir de 1883, el icono artístico del Precursor de la Independencia venezolana adquiera consistencia definitiva en la memoria de sus compatriotas a través de sendas representaciones artísticas”[4]. En la primera representación se nos presenta a Miranda en forma de estatua pública. El 2 de abril de 1883, el presidente Antonio Guzmán Blanco dicta un decreto[5] mandando erigir en la Plaza del Panteón Nacional en Caracas, una estatua en bronce a escala uno y un tercio del tamaño natural para honrar al Precursor de las Independencias de América Latina.

                En la segunda representación, se nos presenta a Miranda en una obra pictórica exhibida el 3 de julio de 1896 en el Palacio de Gobierno bajo el título de “Miranda en La Carraca”, de Arturo Michelena.  Esta obra ejercerá un profundo impacto sobre la sociedad venezolana, y no sólo entre los ciudadanos de a pie, sino también entre los políticos y los intelectuales[6].

            La fisionomía Miranda ha generado discusiones sobre cuál es la imagen más exacta. Durante el siglo XX se desarrolló un interesante debate en torno a la representación gráfica más fidedigna de los caracteres físicos de Miranda[7] pero es a partir del hallazgo del historiador Caracciolo Parra Pérez[8],  –quien localizo el dibujo ordenado por Johann Lavater[9]  y hecho con lápiz y tinta sobre papel azul por un pintor desconocido –, cuando se puede evidenciar trazos que acentúan los rasgos del rostro de Miranda: frente alta, ancha y recta, cejas delineadas, nariz larga y un mentón redondo y prominente. Sobre este retrato, Miranda hace una referencia en su diario de viajes[10].

Artista suizo desconocido. (1788). Francisco de Miranda. [Pastel grabado a pedido de Johann Lavater en Zúrich]. Austria, Biblioteca Nacional de Viena.

 

            De igual manera, entre las obras iconográficas ampliamente difundidas sobre nuestro prócer podemos destacar un pastel “descubierto por el caraqueño Manuel Bustillos en una casa de antigüedades de Trenton, Nueva Jersey, (EEUU), posiblemente elaborado en 1806, en el que se perciben los rasgos presentes en el retrato hallado por Parra Pérez en la Biblioteca Nacional de Viena”[11].

            En esta obra, “se nos ofrece la imagen de Miranda de perfil mirando hacia la izquierda, vestido con casaca verde, corbata de chorrera y cabello encanecido. Su rostro expresa vivacidad y fuerza. Se destacan los pequeños ojos debajo de sus pobladas cejas horizontales que dan vida a la frente combada, a las deprimidas sienes y los marcados pómulos. De igual forma destaca la barbilla redonda y prominente, la boca breve, y la larga y ligeramente respingona nariz. Además de esto, se observan arrugas bien definidas que surcan su frente, así como cierto peso y volumen en los hombros, lo que nos permite deducir que pasaba ya de cincuenta años de edad”[12].

Autor anónimo. (1806). Francisco de Miranda. Estados Unidos. Colección Fundación John Boulton

 

            En cuanto a los retratos escritos de Miranda encontramos las siguientes descripciones en dos pasaportes emitidos en Francia. El primero, de 1800, dice: “cuarenta y seis años de edad, estatura un metro 780 milímetros, cabello castaño, cejas castañas, ojos pardos, frente ancha, nariz ordinaria, boca mediana, barbilla redonda, cara rellena”[13].

            El otro de 1801 contiene la siguiente descripción: “SEÑAS PERSONALES. Edad: 47 años. Estatura: un metro 76 centímetros. Cabellos: Castaño gris. Cejas: Castañas. Frente: Mediana. Ojos: Grises. Nariz: Recta. Boca: Mediana. Barbilla: Redonda prominente. Rostro ovalado[14]. 

            Con tales datos y descripciones, el artista logro combinar cada uno de los elementos estudiados y fue emergiendo un rostro en arcilla que concuerda con las representaciones graficas de Miranda, que, de acuerdo a nuestro criterio, satisface las expectativas de la idea de investigación.

            Como resultado final, el artista presentó un trabajo destacado por sus detalles, donde quedo en evidencia su profesionalismo, sus talentos y sus habilidades. La combinación de los resultados con el uniforme que cosió el sastre, dio a la pieza, en su conjunto, una apariencia ajustada a la anatomía real.

 

Proceso de desarrollo del proyecto.

Rostro de cera en proceso.	Perfil del rostro donde se pueden apreciar los siguientes rasgos: frente alta, ancha y recta; cejas delineadas; nariz larga y un mentón redondo y prominente.	Imagen frontal del rostro con la peluca de bucle, donde se pueden apreciar las cejas castañas, los ojos pardos, la frente ancha, la nariz ordinaria, la boca mediana, la barbilla redonda y la cara rellena.	Detalle de la charretera bordada en hilo de oro con el monograma de la emperatriz Catalina II “La Grande”.	Detalle del cuello en ribeteado con galones dorados bordados en oro y con vuelta en azul.