Anécdotas-curiosidades

Fecha

Lugar

Cita

7 de octubre 1786

Jersón

Abonanzó el tiempo temprano. Hicimos de comer caliente y nos pusimos a la vela a las diez, con viento flojo del N.O. A las cuatro, estábamos como a cinco millas de Kherson y faltando el viento, pusimos nuestra gente a tierra, que con una cuerda tiraban la barca —cuatro hombres— y así llegamos antes del anochecer al Lazareto, a 30 millas de Glubok. Al parecer era menester aún pasar la noche a bordo; mas vino el Comandante y me hizo desembarcar con mucha política, dándome por alojamiento una casa con todos los vidrios de las ventanas rotos y las puertas sin con que cerrarlas. Una silla, un candelero y una vela de sebo por favor. Gracias a mi colchón…

13, 14, 15, 16, 17, 18, 19 y 20 de octubre 1786

Jersón

Ocupado todo el día y noche en parte, en escribir en mi diario aquellos pedazos que la celeridad de las marchas, o mis enfermedades, me han obligado a conservar en minutas solamente. El tiempo es moderado aún, para nuestra fortuna, pues los componedores de ventanas aún no han aparecido y solo uno ha puesto dos vidrios en la alcobilla en que duermo. ¡Hay tantas ratas que es una peste y no faltan culebras que a cada paso atraviesan por aquí y por allí....Que diablo de prisión infernal! Tres griegos de la cuarentena, que acaban de llegar, sedujeron a un sargento de guardia y han estado en Kherson tres días, sin que el Comandante de este puesto nada supiese. Al fin se supo, los pillaron y los han vuelto al Lazareto. El sargento ha sido degradado a soldado y los soldados han llevado sus baquetas. Ahora estoy más bien convencido por experiencia, de la absurda práctica de los Lazaretos en el método que en el día están en toda la Europa.

26, 27, 28, 29, 30 y 31 de octubre 1786

Jersón

Ha estado a visitarme, en compañía del Cónsul de Polonia, el señor Cadogan que antes que yo partió por tierra de Constantinopla y venía con designio de dar una vista a la Crimea. Mas el fuerte frío que hace ya, le ha desanimado a proseguir adelante. Mañana emprende su viaje de vuelta a Viena para buscar un remedio a su ojo, que yo temo lo perderá. En las fronteras de Polonia le hicieron hacer solo seis días de cuarentena. Un lance pesado me iba ocurriendo con el tufo del carbón que por necesidad estamos obligados a quemar para preservarse del frío, porque las estufas son como hornos de ladrillo que necesitan un fuego de ocho días para recalentarse. De modo que al irme a acostar por la noche, me da un tal desmayo y ansias de vomitar que, de no haber abierto todas las puertas y ventanas inmediatamente para que se renovase el aire, una sofocación hubiese terminado mi vida… «Félix qui potuit rerum cognoscere causas!»

11 de noviembre 1786

Jersón

Hoy se ha pasado en casa, pues hace un malísimo tiempo y las calles de Kherson son intransitables por el lodo que se forma de la profundidad de un pie, al menos. Tuve el coche de Rosarovich al mediodía y comí en su casa, donde hubo sociedad hasta el anochecer, que me restituí a la mía a tomar una taza de té y calentarme, pues el frío es insufrible. ¡O qué calles impracticables cuando llueve!

20 de noviembre 1786

Jersón

<...> Por la tarde se pasó en sociedad: y ala noche me retiré a casa a escribir. Más cuando comenzaba, cata que entra mi patrón, el señor Roux, dando gritos y traspiés, como un desesperado. Los señores Sassignon y Dauphiné que le acompañaban también, lo estaban algo, mas el primer personaje estaba como una pipa. Recomenzaron a beber ponche y Dios sabe cómo pudieron coger sus camas, haciéndome a mí el mal tercio de no dejarme escribir. Y mi glorioso compañero de romperme la cabeza con quejas, porque no había querido ir a comer con Antoine, que había estado en persona a convidarme, y que éste era un desaire para el señor Roux, con otras majaderías. De modo que tuve que enviarlo a acostarse y resolví mudarme al instante.

1° de diciembre 1786

Jersón

<...>Un regimiento ruso es a la verdad, un pequeño pueblo con todos sus menesteres para vivir por sí solo y marchar en el momento que se le mande. No hay oficio mecánico ni doméstico de que ellos no tengan sus artesanos, cuyos talentos distribuye cada capitán en su compañía, a medida que llegan los reclutas, según su fantasía. Y lo más singular es que cada uno lo aprende sin más maestro ni agente que el palo, que está pronto a caer sobre sus costillas si no aprende y hace lo que se le ha mandado, y cosa inconcebible, dicho remedio no falla jamás. <...>

 La paga, como se ve por las muestras adjuntas, es cortísima y así el soldado come raramente otra cosa que pan y sal. Yo gusté la comida que hacían algunos y hallé el pan sumamente agrio y negro —dicen sin embargo que no es malsano— y unas coles, de extraordinario, frías y con solo un poco de vinagre por todo condimento. No obstante este miserable alimento, la gente se mantiene robusta y fuerte. Cuando el soldado trabaja en las obras públicas tiene cinco kopecks de extraordinario —el rublo vale 100— y siempre que le toca su servicio toma las armas y otro trabaja en su lugar, alternando así siempre entre tomar las armas o la azada. Hay muchos que son casados y éstos se fabrican su choza—a modo de cuevas— donde viven con su familia como ratas. <...>

8 de diciembre 1786

Jersón

Hoy me puse los zapa­tos por primera vez desde que llegué a este país, cuyo mal piso y frío, hace que todo el mundo anda embotado continuamente.

28 de diciembre 1786

Jersón

Tuvimos a comer el General en Jefe Suvorov 13, que llegó hace dos días formando parte de la comitiva del Príncipe Potemkin, estuvo Tekely, Stakelberg y lo principal de la Guarnición. El primero me hizo muchos cumplidos y me parece un gran majadero. Dicen, sin embargo, que es hombre de valor y conducta militar. Está condecorado con tres órdenes, una de las cuales ganó por haber tomado cierta plaza sobre las fronteras del Cáucaso y dado parte a la Emperatriz en un dístico:

Gloria a Dios, Gloria a vos

Suvorov está en N....... Soz

31 de diciembre 1786 (antiguo estilo)

Crimea

Partimos a las diez de la mañana con tiempo nebuloso y pasando los pequeños ríos de Katscha y Kabarta llegamos a la arruinada ciudad de Inkermann, 130 verstas adelante, donde se observan infinito número de casas y habitaciones talladas en la roca que se eleva a una considerable altura y habrá cinco órdenes de casas, unas encima de otras, en forma de calles, sus escaleras interiores para comunicarse, etc., cosa sumamente particular.

20 de enero 1787

Crimea A eso de las siete de la mañana llegamos a Perekop donde nos detuvimos a almorzar en casa del Brigadier Fogt, Comandante de dicho puesto. Aquí vi un cordero con su piel crespa cenicienta de los que se crían en el país, que es sumamente gracioso. Varias de nuestras gentes tenían parte de la cara helada y se aplicaban frotamientos de nieve, sebo, etc., que es el remedio. Mis pies estaban casi de la misma manera, sin embargo de las botas forradas y demás preservativos, etc., de modo que en más de una hora de chimenea no los pude meter en calor natural.

4 de febrero 1787

Kremenchug Temprano me envió Ribas su coche y yo fui a su casa donde hicimos venir un sastre alemán y buscar un poco de paño, que, no encontrándose otro color que azul, hice un pequeño uniforme de edecán y al mismo tiempo busqué una chupa bordada para mi vestido de vicuña, sombrero, espada, etc. Mi criado no entiende una sola palabra de lo que yo puedo hablarle y así me hallo en la situación más desagradable del mundo; si no fuese por el de Ribas que medio me entiende…

6 de febrero 1787

Kremenchug ya faltaba la nieve y por otra había demasiado. En otras, malos caballos, de modo que el dicho viaje no era nada agradable, por cierto. El país es hermosísimo; tiene sus bosques bien distribuidos y no faltan árboles y agua por todas partes, con muy buena configuración en las elevaciones y forma del terreno, y población suficiente, notándose aún las fortificaciones de los lugares y del campo para ponerse a cubierto en tiempo de las irrupciones de los tártaros, que seguramente eran un vecindario terrible y no sé cómo había gentes que quisiesen habitar este país. A eso de las nueve de la noche entré en la casa de un maestro de postas para tomar un bocado de mis provisiones. Válgame Dios, qué ajuar y casa tan miserable, puerca y mal entendida, las gentes asustadas y retiradas, aunque bien intencionadas y sencillas al parecer.

7 de febrero 1787

Kiev A eso de las diez llegué a un lugar distante 32 verstas de Kiev y no encontraba quien me diese caballos, pues todos se marchaban o habían marchado a la iglesia Yo finalmente me enfadé y esto produjo que uno de la casa se despachase en ir a buscar los caballos. En el intermedio, tuve lugar de considerar el pueblo de ambos sexos que iba a la iglesia todo el mundo en botas y las mujeres con un gran lienzo blanco, que después de atarlo a la cabeza les cuelgan las dos puntas hasta la cintura más limpias, y todos bien vestidos y abrigados. La población me pareció, por el número de habitantes, de tres a cuatro mil almas.

14 de febrero 1787

Kiev

Estuve en Palacio pronto a las once, y media hora después entró la Emperatriz a quien fui presentado por el Príncipe de Bezborodko, «Maitre de la Cour», y besé la mano de Su Majestad que con sumo agrado la sacó de su manguito y me la presentó de paso—pues no se usa aquí genuflexión ni nada—y yo hice una cortesía al retirarme.

Después entré, con el permiso que me envió luego el Príncipe Potemkin, a la antecámara y Su Majestad vino a hablarme inmediatamente, preguntándome cuántos grados de calor hada cuándo era menos en mi tierra, etc… Después salimos a la gran sala donde había preparada una mesa de sesenta cubiertos—yo estaba ya convidado de antemano por el Príncipe Bariatinski— en forma de paralelogramo de tres lados. Nos sentamos a eso de las doce y media. Yo estaba al lado del Conde de Tchernichev que me cuidaba con suma atención, y Su Majestad me envió por dos ocasiones platos que tenía a su lado.

18 de febrero 1787

Kiev A eso de las diez salimos a dar un paseo por la vieja ciudad o Podol. Visitamos varias iglesias de las infinitas que aquí hay—se me asegura que el número de las de esta ciudad y sus barrios llega a 160—cuyo aspecto anuncia la tribu de Levi efectivamente. Entre otras la de Bratskoy, que es de las mayores y más bien adornadas, con puertas, altar y arañas de plata maciza Sobre la puerta principal, interiormente, un gran cuadro al fresco que representa el Cielo y el Infierno—pues purgatorio no se admite aquí—. ¡Oh! Cuánto diablo a pata de cabra rabo, cornamenta etc. que me pillan a tantos precitos y les encajan una taza de plomo derretido, aceite hirviendo, tenazas, fuego y mil otras absurdidades de la especie. <…>

22 de febrero 1787

Kiev

Por la mañana temprano me puse a escribir mi diario y luego a dar mis disposiciones para que mi «kibitka» estuviese pronta para marchar. Nassau vino a decirme que la Emperatriz había preguntado por mí, y si estaba enfermo, y que el Príncipe le había respondido que yo no sabría seguramente que había Corte. Después de comer dije al Príncipe cómo pensaba partir dentro de dos días. Me respondió luego: « ¿Querrá V. besar la mano a la Emperatriz?». Seguramente, le respondí. «Será pues menester que sea esta noche misma, pues Su Majestad no tendrá Corte hasta el domingo… <...>

  Me preguntó Su Majestad varias cosas durante el juego, acerca de nuestra América de los jesuitas, de las lenguas, de los naturales del país, y me dijo cómo la Corte de Madrid le había negado estas noticias—diciendo que era el secreto del Estado—para formar un diccionario que quería publicar de todas las lenguas conocidas. Me preguntó sobre las antigüedades de Atenas, templos de Minerva y de Teseo; de Italia puente de Matalone y Carlos III en Nápoles. <…>

Segur me decía que yo hada el gran cortesano, pues en poco tiempo había logrado que la Soberana se interesase por mi persona cuando a varios extranjeros de nota no decía una palabra al mes… celillos.

3 de marzo 1787

Kiev

Mi lectura y resolví, con dictamen del doctor Rogerson, tomar un baño ruso. Díjeselo a Kiselov que estuvo a verme y éste al Príncipe, que inmediatamente ordenó a todos sus criados me asistiesen a la hora señalada y que todo estuviera pronto. <...>

A las siete bajé a mi baño, y el calor comenzó a aumentar de tal manera que salté debajo de las gradas creyendo morir de sofocación y que me iba a asar. En fin, lo hice templar y estuve allí por más de media hora, en que me enjabonaron muy bien todo el cuerpo y con una escoba suave me frotaron arriba y abajo, lavándome después con agua caliente. Después descendí a las gradas últimas donde me echaron agua bastante por la cabeza y cuerpo, con que quedé bien bañado en agua templada. De aquí pasé a otro cuarto templado y me puse en una cama bien cubierto hasta que quedé enjuto y bien acabado de sudar. Bebí mucho hidromel, pues tenía sed, y después de estar allí como una hora, me vestí. Mi criado y el bañador se escaldaron bien y después saltaron fuera a revolcarse en el hielo que es su gran gusto. Cuando llegué a mi cuarto me sentí algo desfallecido y me puse en mi cama, habiendo tomado un poco de sopa que el buen Michel me trajo.

14 de marzo 1787

El viaje a Kanev <...> A las ocho y media llegamos al lugar de Potok — dos millas del antecedente—donde nos apeamos y entramos en la casa del maestro de Posta—aquí estuvo alojado el Rey—que nos recibió con muy buen modo, sirviéndonos té y café. Con las provisiones que nosotros traíamos se compuso una muy buena cena, mas mi compañero, el General Rumantzov, no se hallaba muy bien dispuesto. Hada un tal calor en el cuarto que nosotros podíamos apenas resistirlo y tuvimos que abrir las puertas. Mas aquellas gentes se saboreaban, y una muchacha de unos quince años que andaba por allí y niños, tenían su cama y dormían en un pequeño pasadizo que formaba la estufa y la muralla del cuarto, calor suficiente para cocer pan. Realmente no sé cómo estas gentes no enferman, pasando continuamente de un extremo de calor a otro de frío. <...>

29 de marzo 1787

Kiev <…> La Emperatriz jugó un poco a los echeques entre cuatro y nos pusimos a comer. Durante la mesa me habló muy cariñosa. Yo estaba sentado al lado del gran Mariscal Mniszeck, que me dijo mil cosas lisonjeras de parte de Su Majestad el Rey de Polonia y tuve larga conversación con el otro vecino, Conde de Moszynski, que me parece hombre de negocios y de alguna instrucción… mas no puedo soportar el que se decore tanto con diamantes, perlas, esmeraldas, sortijas, espoletas, cadenas y monerías, como una mujer tonta empleando en esto, según me informan, el caudal de más de 200.000 ducados—a tanto asciende el valor de sus prendas—al paso que no tiene una casa decente en que vivir ni da un vaso de vino a nadie, y sin intentar el mínimo establecimiento público que pueda contribuir al alivio o instrucción del miserable pueblo de quien saca estas riquezas. ¡Qué diablo de modelo en una República!... ¡Y para que lo imite la juventud, de quien es institutor…! <…>

9 de mayo 1787

El viaje a Moscú

A las siete de la mañana abrí mis ojos y me hallé a la puerta de un «traiteur» ruso en Tula, donde mi postillón con sus malos caballos nos había dejado a las tres y media de la mañana que llegamos. Subí y hallé un pasable alojamiento, por el que me pidieron rublo y medio. Muy bien. Tomé té y hallándome fatigado me puse en la cama, que mi buen Carlos hubo de hacer con mis sábanas, etc., pues aquí no se usa más.

 Al mediodía fui a casa del Gobernador General, señor Kretchetnikov, para quien traje carta del Príncipe Potemkin. Granizo y agua me cogieron en el camino, mas sin embargo fui. Su Excelencia comía la sopa justamente y así no querían entregar la carta. En fin la dieron y un ayudante me trajo por respuesta que podía retirarme a mi posada, sin embargo que llovía a cántaros, y así tuve que hacerlo a pesar de toda mi alta recomendación. Conseguí de mi buen «traiteur» un poco de sopa y guisado con que calenté las tripas que ya lo necesitaban muy bien, pues los dos días pasados hizo un frío del demonio y no había probado nada caliente. Vino después un ayudante para decirme de parte de dicho Gobernador que me enviaría aquí el Director de la Manufactura, etc. Poco después otro, para dar excusas por no haberme recibido y que hasta mañana no se podrían ver las fábricas por ser día festivo. <…>

14 de mayo 1787

Moscú <…>Al Kremlin, donde me aguarda el custodio, señor Kogen, Consejero Actual de Estado, para quien traje carta del Príncipe Potemkin. Me recibió con sumo agrado y procedimos a ver el Tesoro. Subimos por la escalera roja que llaman, a causa de estar cubierta de este color o porque en ruso es expresión de cosa selecta, por donde sólo los soberanos podían montar en otro tiempo—bastante mal, por cierto—y entramos en los cuatro apartamentos principales que contienen grandísimo número de vestidos, vasos, vajilla, joyas, coronas, bandejas de oro y plata, etc., la mayor parte anticuallas de los zares, mas de mucho valor el todo. Distínguense entre otras cosas, las coronas de Siberia, Kazan, Astrakán y Rusia; una gran silla de oro y plata embutida de piedras preciosas, hecha en Persia. Otra en que Iván y Pedro I se sentaban, y una ventana cubierta por donde la hermana Sofía oía e influía en los hermanos. Una silla y arnés riquísimo, regalo del presente Gran Señor. Las Leyes primeras8 que formó Juan Vasilides, escritas en papel al uso romano y guardadas en una caja redonda de plata. Dos grandes bandejas de plata en que se representan batallas en bajo relieve de muy buen gusto, dádiva, dicen, de un rey de Inglaterra. También algunas obras de marfil romanas, modelos de exquisito gusto; una pequeña colección de ámbar, etc., etc. El General Kogen me ha prometido una nota de estas fosas y si me la envía irá aquí inserta. Estuvimos después en la sala más alta y en el «Teremock» o pequeña torre que está encima, donde los zares solían montar por una pésima escalera, a gozar de las vistas hermosas que desde allí se descubren.

18 de mayo 1787

Moscú

<…>A las nueve al Club, que llaman, para el cual me envió el General un billete por la mañana Esta es una magnífica sala acaso la mayor de su especie en Europa (n) — con sus buenas decoraciones de arquitectura en columnas aisladas de madera al parecer de orden Corintio, creo. <…>

Hay sus grandes salas para jugar a los naipes, sin lo cual no hay aquí diversión, y también «toilettes» para refrescar la pintura constantemente, como también en el VauxHall, en que observando nosotros una «demoiselle» muy empeñada en la maniobra a la vista de todo el mundo, mi compañero Korsakov, que la conocía se tomó la confianza de decirle que aquella adición le era inútil, etc. «¿Cómo señor?, le respondió, ¿sería decente el presentarse por la tarde con el rouge marchito de por la mañana3» ¡Qué diablo de idea de la decencia tiene esta señora! <…>

22 de mayo 1787

Moscú <…> De aquí pasamos al Gran Baño de hombres y mujeres que está sobre el río Moscú.  Entramos primero en el de los hombres, en que había un sin número desnudos que se bañaban sin el menor rubor. Por una puerta que cae a éste, y un pequeño tinglado divide, pasamos al de las mujeres en que éstas, enteramente desnudas, se paseaban pasando de la pieza en que se desnudan al sudadero, al patio, para lavarse con jabón, etc. De modo que estuvimos viéndolas por más de una hora, y ellas, sin cuidarse, proseguían su operación de lavarse, ya abriendo las piernas y estregándose el cono, etc… En fin, por una multitud de desnudos, en que ni uno bandaba, pasé afuera y repasando por la calle la puerta del de las mujeres, las veía desde allí muy bien y así entré de nuevo, sin que las cobradoras que estaban a la puerta me hiciesen el menor reparo. Las preñadas parecían disformes con sus barrigas desnudas y a la verdad que en este gran conjunto de originales, en que había de todas edades y formas, no pude descubrir aún la mayor similitud con la Venus de Médicis… Concurrirán a este baño más de dos mil personas, particularmente los sábados, y cada una paga sólo dos kopeks; sin embargo me aseguran que el propietario hace dinero. De aquí pasamos por la parte de afuera para ver las que después descienden al río del propio baño, y vimos infinitas sin el menor rubor. Otras, aunque estaban por de fuera y se lavaban su c… nos decían en ruso: «verás, mas no tocarás». Los hombres allí están casi mezclados con las mujeres, pues no hay sino una vara que marca la división del río. ¡Oh, Dios, aquí vi una bonita muchacha con todo el trasero acardenalado y negro de los palos o látigos que su amo le había dado porque rompió un vaso tal vez, o cualquiera otra friolera ¡Qué diversas costumbres y modo de pensar! <…>

7 de junio 1787

Moscú

Vino el Coronel Korsakov a las diez y estuvimos en larga conversación por más de una hora. Después el señor Mey, a quien he dicho que el bribón que es su recomendado, porque no le entregué ayer cuanto dinero pe día para una composición que se le prohibió hiciese, a escondidas sacó el carruaje de la cochera y se lo llevó. Después de comer vino La Rosiére, con quien tuve larga conversación; también el señor Rost a quien encargué mi carruaje, que aún no aparece, y quiero partir mañana sin falta. Envié mi lacayo ruso con puntualidad y dicho amigo me envió cartas para varios comerciantes ingleses en Petersburgo. Mi criado Carlos, que de mala gana sigue el camino, sin embargo de que está ajustado hasta Petersburgo, me impacientó de manera que le di un rempujón y de aquí tomó pretexto para esconderse en la casa, haciendo semblante de que se había escapado. Le descubro en un cuarto y le mando que salga; no me obedece y le sacudo un par de bofetones, con lo cual echa a correr. Le hago seguir por la guardia que lo atrapa; mas no entendiéndome lo que digo, los soldados lo sueltan y yo le sigo para hacerlo arrestar; él echa a correr por los tejados y me deja solo. Aquí comencé a experimentar de una manera sumamente desagradable la mala policía del país y lo que un forastero tiene que sufrir con los criados, mecánicos, etc. En fin, llamé al señor Rost, por segunda vez, para pedir un soldado al Gobernador hasta Petersburgo, y mi calesa, que aún no hay forma de que aparezca La Rosiére me acompañó aún un rato y luego se fue, dejándome solo, sin un individuo en toda la casa que me entendiese una palabra. ¡Qué desagradable situación por cierto! <…>

 No puedo explicar lo desagradable de mi situación, mas no hay remedio. Púseme con mi mayor paciencia a formar mi bagaje, recoger y empaquetar libros, con el corto auxilio de mi lacayo Iván que no me entiende una palabra y a media noche terminé esta fatiga con lo cual me retiré a la cama un poco resuelto a partir conforme llegasen los caballos y mi carruaje, que aún no había aparecido, aguardando que mi criado entrase mientras que yo dormía y me robara, pues ninguna puerta de dicho alojamiento tiene llave y yo tenía en mi poder sus pasaportes, etc.

23 de junio 1787

San Petersburgo A las diez me levanté y después de tomar café, me fui sobre una torre del palacio para ver todo el jardín y país circunvecino. Efectivamente se descubre una gran vista desde este paraje, ZarkoieSelo, etc. Y al pasar por un cuarto dé los altos, vi dos cuadros que representan el suceso de la Escuadra v tropas rusas en Lemnos. Descubrí algunos carabineros que ejercitaban para montar la guardia y así tomé un «surtout» y me fui allá, les vi montar la guardia que me gustó mucho, pues están tan bien disciplinados como las tropas prusianas. Luego me fui a vestir y un cuarto de hora después de mediodía vinimos a la sala, cuando ellos salieron. Me preguntó qué me había parecido aquella tropa y yo le dije mi opinión, con lo cual me tomó por la mano y apretándomela fuertemente me dijo: «Amigo, éste es mi modo de pensar y no puedo remediar nada; mas hacen lo contrario por esto los que me denigran, etc., etc.». Estaba ya fervorizado y esto me enterneció. En otra ocasión me dijo: « ¿Qué he hecho yo? Nada aún… hijos solamente». Hablando de que se apresuraban mucho las gentes en construir los edificios, y así no eran sólidos: «la razón es, me dijo, porque en este país nada hay seguro y así todos quieren gozar, porque lo que vendrá mañana no es cierto y por ello se solicita el aprovecharse del momento». ¡Qué diantre de idea! Y no hay duda que hay mucho de verdad en ella. <…>

23 de julio 1787

San Petersburgo <…> A las siete me fui a cenar con Betzky y la señora Ribas a quienes conté el gusto en que había pasado todo el día y tuve sociedad hasta las once. Me contó, y asimismo Múnich, que Cobenzl, acabado de llegar, representó en una comedia francesa, delante de los Grandes Duques y demás, en el carácter de valet o criado, a quien se dieron sus buenos palos en el teatro, a la vista de todos los espectadores. ¡Qué dignidad de Embajador! De aquí el dicho que es el embajador de cómicos y el cómico de embajadores. Cosas singulares, por cierto.

3 de agosto 1787

San Petersburgo <…> La Academia de Ciencias que se presenta enfrente, del otro lado del Neva, es hermosísimo edificio, y finalmente llegamos al extremo donde está la famosa estatua de Pedro I, hecha por Falconet, «Pedro I Catalina II». Obra magnífica seguramente, mas con graves defectos: el perfil de recho de la estatua presenta un aire tieso y afectado en el héroe, que choca, y aún la postura de la mano derecha es afectada Su tamaño es como dos veces natural. El caballo es excelente, la cola excepto, que parece de lana Mas lo que es imperdonable, es la mutilación de la enorme y hermosa piedra que sirve de base, cuya magnitud era de una tercera parte mayor de lo que aparece actualmente, y si se le quitan los pedazos añadidos, de una mitad más grande… ¡qué lástima, pues hubiera hecho un conjunto magnífico y soberbio! Los celos del autor, se dice, fueron la causa y si se considera la figura ridícula, como de un sapo, que le ha dado a dicho pedestal, tienta a creerlo. Este Ministro me comunicó infinitas anécdotas de Falconet, a quien conoció y trató mucho. <…>
12 de agosto 1787 San Petersburgo

A las cinco de la mañana nos hizo levantar el doctor y tomamos café. Partimos a las seis para Schlüsselburg, 22 verstas de aquí, <...>

 Vino el bote del Comandante de esta renombrada fortaleza o prisión de Estado, situada justamente en el conmedio del río a su embocadura del Ladoga, y nos pasó, con un frío que hada más que mediano. Su Comandante, el Brigadier Ziegler, alemán de nación, que nos dijo con sencillez que había comenzado a servir de soldado raso, nos recibió con suma atención, nos ofreció un vaso de vino y nos acompañó a ver el cuarto en que estuvo prisionero el Príncipe Ivan, y donde probablemente fue asesinado, aunque el dicho Comandante todo era decir «igual, igual», y se ve que el prisionero tiene siempre una guardia dentro de su cuarto. Enfrente, en otra bóveda tan negra y sucia como la antecedente, observé que había muchos legajos mal conservados y por el suelo también, y me dijeron que era el Archivo. ¡Oh, Dios! De aquí seguimos dando la vuelta por todo el rededor de la fortaleza, y entrando en los torreones de los ángulos de la construcción sueca y del tope de éstos, y sobre el tejado donde monté, se goza una hermosa vista de este bello lago. Luego bajamos a un recinto de altas murallas que se ha construido en un ángulo de dicha fortaleza y en medio hay un edificio en forma de paralelogramo, casi al rematarse, que contiene doce pequeños apartamentos en dos rangos y su cocina con su pequeñísimo patio que sin duda era la habitación que su marido preparaba para encerrar perpetuamente a la Gran Catalina ¡Oh, qué horror al reflejar semejante idea! <...> Tomamos después un bote y fuimos todos al otro lado a ver la casa del Príncipe Potemkin, en que hace y deshace como un niño todos los días. Yo monté a la torre o belvedere que comanda una vista hermosísima. Nos volvimos en muy buen humor y tomamos las dos damas Sprengtporten y yo; el joven fue con el doctor Guthrie en el cupé, y a las nueve y media llegamos a la villa del Procurador General Viazemskoy que quisimos ver a aquella hora Mas los jóvenes dueños que cenaban, no tenían civilidad suficiente para habérnoslo permitido, y así nos fuimos al jardín que paseamos en parte y luego a un templo rotondo que está enfrente de la casa y, según pudimos juzgar, parece de buena arquitectura y bella masculina proporción. Seguimos, y a eso de las diez y media llegamos a casa del doctor Guthrie. Al entrar, una criada suiza bonitilla que tienen, creyó que éramos ladrones y corrió en camisa con una luz en la mano. Cuando la señora y yo llegamos delante de ella la encontramos aterrorizada diciendo: «Ah, mon Dieu, mon Pére!» y apercibiéndose de su error, apagó la luz y se retiró, dejándonos a oscuras. Reímos grandemente con el pasaje, cenamos en muy buena sociedad con los restos que trajimos y a las doce y media nos fuimos a casa.

23 de agosto 1787

San Petersburgo <…>De aquí pasamos a la prisión que está en la ciudad, y allí encontramos 120 prisioneros en unas cuadras no malas, aunque sin disposición alguna de camas y algo puerco. Algunos que tenían las narices cortadas nos dijeron ingenuamente que por ladrones de gran camino, y noté que apenas hay dos prisioneros finlandeses y el Gobernador me informó que no se conoce el hurto entre ellos absolutamente y que la bestialidad o fornicación de vacas, etc., es el crimen dominante, del cual los delatores son las mujeres. ¿No será celos el motivo? <…>