Por Carmen L. Bohórquez
Historiadora y Filósofa
Disponible en http://franciscodemiranda.org/colombeia/
[28 de marzo de 2014]

Nacido en Caracas el 28 de marzo de 1750, Francisco de Miranda fue un verdadero hijo de su tiempo, un ilustrado a carta cabal, un permanente iconoclasta y el más ardiente defensor de la libertad de individuos y pueblos ante cualquier situación de negación o de opresión. El 25 de enero de 1771, luego de finalizado un conflicto que durante dos años mantuvo enfrentado a su padre con el rancio mantuanazgo caraqueño, marcha a Cádiz para ingresar al ejército real. A partir de ese mismo día, comienza a llevar un registro escrito de sus experiencias cotidianas y a coleccionar cuanta carta o documento tenga que ver, directa o indirectamente, con su persona o con sus proyectos, lo que dará inicio a ese invalorable Archivo, que más tarde organizara en 63 tomos bajo el título de Colombeia.

De Cádiz pasa a Madrid, donde se dedicará a estudiar francés, inglés e italiano, así como matemáticas, geometría, geografía y otras ciencias relacionadas con la carrera militar, en tanto llega el momento de ingresar al ejército real; lo que ocurre dos años después. El dominio de varias lenguas extranjeras, así como del latín y el griego le permitirá leer directamente tanto los autores clásicos como los contemporáneos. Su pasión por los libros hará de él uno de los hombres más ilustrados de su época y el poseedor de una de las más extraordinarias bibliotecas existentes en Inglaterra y tal vez en Europa.

Diez años sirvió Miranda bajo la bandera española, primero cumpliendo misiones tanto en las posesiones españolas del norte de África, como en la Península y, luego en América. Durante su servicio como soldado español en América, participó en varias misiones, de las cuales tres merecen destacarse: la toma de Pensacola en mayo de 1781, en apoyo a los norteamericanos en su guerra de independencia contra Inglaterra; la capitulación de los ingleses en las Bahamas en 1782 y la gestión de un acuerdo de intercambio de prisioneros con los ingleses de Jamaica, que dará pie a graves acusaciones en su contra y se transformará en nuevas órdenes de arresto, las que le llevarán finalmente a desertar del ejército español, el 1º de junio de 1783, para preservar su vida y la realización de sus proyectos.

Seis meses después de su llegada a Estados Unidos, meses durante los cuales se hizo el mejor conocedor de las batallas libradas por las colonias inglesas para obtener su independencia, Miranda comienza a hablar de la imperiosa necesidad de liberar toda la América española y de constituir una inmensa y nueva nación independiente: Colombia.

Año y medio permanece en los Estados Unidos, pero la persecución del Estado español y su deseo de recorrer el mundo para "completar su educación" a través del estudio del gran libro del Universo, así como su interés por conocer la cuna del pensamiento liberal, le hace embarcar en diciembre de 1784 hacia Londres, a donde llega el 1º de febrero de 1785. El otro gran proyecto que ahora le acompaña es buscar apoyo financiero y militar para hacer realidad su sueño libertario. Con ayuda de amigos que ha ido haciendo gracias a su inteligencia y a su cautivante personalidad, Miranda se instala en Londres. Seis meses después iniciará un largo periplo que le llevará durante cuatro años a recorrer prácticamente todo el continente europeo y parte de Asia, siempre con el Estado español pisándole los talones. Su Diario de Viajes es el mejor compendio de esta enriquecedora y accidentada aventura, de la cual lo más importante a destacar es la extraordinaria publicidad que le dio tanto a la América hispana y a las condiciones de opresión en que allí se vivía, como a su proyecto de emancipación.

Fue el primer sudamericano en visitar la ignota Rusia y otros lejanísimos lugares. Reyes, príncipes, zarinas, sabios y artistas conocieron por primera vez por boca de este hombre, de las inmensas riquezas de América, de la inteligencia de sus habitantes y de la injusta situación que les impedía ocupar en el mundo el sitial que merecían. Pero si este periplo permitió deshacer en muchos la idea de un dominio incuestionable de España sobre sus territorios de ultramar, también proyectó internacionalmente la figura de Miranda como el hombre que podía resquebrajar dicho dominio. Tanto así, que el propio gobierno español arreció la persecución y envió órdenes a sus representantes en el mundo entero de intensificar la vigilancia y de arrestarlo de inmediato. Afortunadamente, los amigos que va dejando en el camino le protegen, le proporcionan salvoconductos o pasaportes con nombres falsos y no pocas veces le ponen sobre aviso de inminentes planes de captura. Este conjunto de situaciones, recogidas incluso por la prensa de la época, contribuyó sin duda a hacer de Miranda un personaje un tanto mítico y un prototipo de conspirador. Hacia la última década del siglo XVIII, su resistencia ante el poder español le había convertido en un símbolo de libertad, y para aquellos que en América habían comenzado también a pensar en la independencia de las colonias hispanoamericanas, Miranda fue el modelo a imitar y el maestro a escuchar.

Concluida esta época de viajes y de regreso a Londres, emprende de manera decidida lo que él mismo calificó de "negociaciones" con el gobierno inglés, con el propósito de organizar una expedición armada contra la dominación española en América. Las negociaciones con Inglaterra fueron largas, contradictorias e infructuosas. El 27 de marzo de 1790 le presenta al Primer Ministro inglés William Pitt, su primer "Plan para la formación, organización y establecimiento de un gobierno libre e independiente en América Meridional". A cambio del apoyo financiero y militar, Miranda le ofrece a Inglaterra preferencias comerciales, participación en el aprovechamiento de las riquezas americanas y la posibilidad de construir un canal de navegación en el Istmo de Panamá. Aunque otros americanos ya se habían acercado a Inglaterra para solicitar apoyo contra los desmanes de funcionarios españoles o para liberar alguna región o provincia, es Miranda el primero en asumir el hecho colonial como tal y en pretender acabar definitivamente con el sistema de opresión global instaurado por España en América. Y para ello, no sólo se ocupará de trazar los planes estratégicos que militarmente lo hagan posible, sino sobre todo de fundamentar teóricamente la necesidad impostergable de dicha acción; lo que revela por primera vez también la existencia de una clara conciencia de América como entidad irreductible y de pleno derecho en la búsqueda de su independencia.

Las relaciones de Miranda con Inglaterra se desarrollan en dos períodos diferentes. El primero entre febrero de 1790 y marzo de 1792, fecha en la cual Miranda, decepcionado por las inconsecuencias de Pitt, deja Londres para ir a ofrecerle su proyecto a la Francia revolucionaria. El segundo comienza en 1798, cuando decepcionado y perseguido por la Francia revolucionaria, retorna a Londres buscando nuevamente la ayuda de Pitt. Este segundo período, durante el cual Miranda se convierte en el centro de las actividades conspirativas contra España, se extiende hasta 1810, con una interrupción de dos años en la que marcha a Estados Unidos para armar la primera expedición libertadora que se da en América.

Entre 1792 y comienzos de 1798 permanece en Francia, teniendo un rol protagónico en los cambios revolucionarios que allí sucedían. Incorporado al ejército, a cambio de ayuda posterior para llevar a cabo su proyecto de emancipación de las colonias españolas en América, será inicialmente designado mariscal de campo y luego general del ejército patriota francés, participará activamente en la vida política de esa nación y también será víctima de las persecuciones que la inestabilidad del poder reservaba en esos momentos a todos los que participaban en favor o en contra, directa o indirectamente, en el proceso revolucionario. Acusado injustamente de traición por la derrota de Neerwinden (18 de marzo de 1793) que obliga a los franceses a evacuar Bélgica, será llevado a prisión y enjuiciado. Una brillante defensa de su actuación militar y de su inocencia, lo pone pronto en libertad bajo los aplausos del pueblo francés. Sin embargo, la caída de los Girondinos, con quienes Miranda simpatizaba, lo lleva de nuevo a prisión en julio de 1793, esta vez por dieciocho meses. Irónicamente será acusado de ser un agente de España y de conspirar para restaurar la monarquía. La caída de Robespierre en julio de 1794, que pone fin al llamado periodo del Terror, le salva de la guillotina. No obstante, permanecerá encarcelado hasta enero de 1795. Una vez en libertad se incorpora de nuevo a la vida política francesa, permaneciendo en esa nación tres años más.

En julio de 1795, publica en París un folleto en el que da su opinión sobre la situación de Francia y desarrolla "algunos principios concernientes a la libertad civil y política de los pueblos", así como algunas ideas económicas, y formula las bases de un gobierno republicano. Dos años y medio más tarde, a fines de 1797 y a punto de abandonar subrepticiamente el territorio galo para evitar ser enviado de nuevo a prisión, escribe la llamada Instrucción o Acta de París; documento que recoge sus ideas sobre la integración americana y el papel que podría jugar en el mundo esta América unida.

En 1801, ante la posibilidad de que el nuevo primer ministro inglés Henry Addington apoye finalmente su proyecto emancipador, redacta un proyecto de gobierno provisorio y un proyecto de gobierno federal, así como su Proclama a los Pueblos del Continente Colombiano, alias Hispano-América; extraordinario alegato en favor de la independencia americana.

No encontrando finalmente ningún apoyo, decide buscar otras vías para hacer realidad su proyecto emancipador. Empeñando su propia biblioteca y con letras de crédito proporcionadas por amigos ingleses, decide organizar por sí mismo su ansiada expedición libertadora y con este fin embarca hacia Nueva York, el 2 de septiembre de 1805. Aunque intenta sin éxito obtener ayuda del gobierno norteamericano, logra sin embargo armar el bergantín Leander y con él iniciar la expedición que a pesar de no lograr finalmente su objetivo, mostró a los americanos y al mundo que el imperio español no era ni monolítico ni inexpugnable.

Durante el tiempo que permaneció en Inglaterra, sus actividades políticas estuvieron en estrecha relación con las de otros americanos, tanto de forma personal con los que allí llegaban, como a través de cartas enviadas a las distintas capitales de provincias en América; creando de este modo una especie de red de patriotas que extendiéndose en ambos lados del Atlántico, va a intentar acelerar una emancipación que para algunos comienza a hacerse inminente. Entre estos americanos, cabe destacar al prócer chileno Bernardo O´Higgings, al venezolano Manuel Gual, al neogranadino Pedro Fermín de Vargas, y es probable que también Antonio Nariño haya discutido con el Precursor sus ideas emancipadoras. Sin embargo, más que dar nombres, cabe subrayar el empeño de Miranda en lograr la conjunción de los esfuerzos de todos los patriotas americanos, así como su convencimiento de que el movimiento emancipador debía producirse de manera concertada y al unísono, pues "un movimiento parcial podría dañar la masa entera".

Como una manera de coadyuvar a este movimiento global y de profundizar la conciencia revolucionaria, Miranda se dedica en Londres, luego del fracaso de su expedición sobre las costas de Venezuela en 1806 y en momentos en que ve llegada la ocasión propicia para levantarse contra España, impedida de actuar como estaba debido a su lucha contra la ocupación napoleónica, a convencer por todos los medios posibles a sus compatriotas de que ha llegado la hora de dar el paso decisivo hacia la libertad. Para lograr este objetivo utilizará diversas vías. Así, dirige numerosas cartas a los miembros de los Cabildos de las principales ciudades sudamericanas, a fin de instarlos a que declaren de una vez la independencia. Lo mismo va a hacer con sus agentes en América del Sur, a quienes les pide que comiencen sin demora a organizar al pueblo y a presionar por la independencia. Además de esta intensa actividad epistolar, Miranda emprende simultáneamente una campaña pública a través de la prensa y la edición procurando acelerar el paso a la independencia.. Destaca en esta campaña el periódico El Colombiano, el primero de corte independentista que se publicaba en Europa, pero destinado a circular en América con el objeto de romper la rígida censura, de demostrar la ilegitimidad de las Cortes y de convencer a los americanos de que la única alternativa era declarar la independencia. Se ha documentado su recepción en Caracas, Buenos Aires, Santa Fe y Trinidad. Igualmente hay referencias de su envío a Veracruz, México, Río de Janeiro y La Habana.

Producidos los primeros movimientos autonómicos en Caracas y Buenos Aires en 1810, Miranda, pleno de entusiasmo, comienza a preparar su regreso a América. En julio de 1810 Bolívar, acompañado de Luis López Méndez y Andrés Bello, llega a Londres en misión diplomática de la nueva Junta de Gobierno para solicitar el apoyo británico. Lleva instrucciones de mantenerse lejos de Miranda, ese hereje aventurero al que cuatro años antes los mantuanos de Caracas quisieron ver reducido a cenizas por pretender romper "el dulce yugo de la obediencia al Rey". Varios meses pasan Bolívar y Miranda en Inglaterra y fácil es imaginar que no hubo tema que no abordaran ni idea que no discutieran. Muchas de las ideas de Miranda quedaron tempranamente sembradas, como en tantos otros, en el alma de Bolívar.

En diciembre de 1810, cuarenta años después de haber zarpado hacia Cádiz y a pesar de la resistencia de la Junta por aceptar su regreso, Miranda desembarca en la Guaira. Los mantuanos lo consideran un jacobino, un agente inglés, un ateo, un hombre perverso y un traidor al rey de España, al cual la Junta le ha jurado fidelidad. Pero no todos piensan igual. Un grupo de jóvenes, entre los que se encuentra Bolívar y que comulgan con los ideales republicanos venidos de Francia y de los Estados Unidos, abogan por que se proclame la independencia absoluta. La presencia de Miranda va a galvanizar esas fuerzas emergentes, portadoras de nuevas referencias, hasta lograr que sean lo suficientemente fuertes como para imponer la ruptura total con el antiguo orden.

La Sociedad Patriótica será el instrumento que les permitirá alcanzar ese objetivo, y es allí donde Miranda va a encontrar el espacio político que los criollos le niegan. Ninguna de sus ideas, ni sus planes de gobierno, ni sus proyectos constitucionales parecen interesar a la élite criolla. Peor aún, son tratados con burla y desprecio. La experiencia política acumulada en tantos años de vida cortesana, sus vastos conocimientos, sus innumerables esfuerzos y sus sacrificios constantes en pro de los cambios que se están sucediendo, nada de eso parece tener valor alguno para los que han asumido la conducción del futuro de la Capitanía General de Venezuela. A pesar de ello, en junio de 1811, logra incorporarse al Congreso Constituyente como diputado por la provincia de Barcelona. Su presencia en ese Congreso y la presión de la Sociedad Patriótica fueron determinantes para que los diputados se vieran obligados a declarar finalmente la independencia, el 5 de julio de 1811. Podemos imaginar los sentimientos que embargaron a Miranda ese día. Cinco meses después se promulgó la primera Constitución de la República de Venezuela y la primera también en la América ocupada por España. Tal vez contra la voluntad de algunos, en ella ya se puede ver que algunas ideas de Miranda habían quedado sembradas y comenzaban a germinar, particularmente su idea de marchar hacia la independencia total de la América española y hacia la construcción de una única patria: Colombia.

Lo que siguió después no puede cargársela a su cuenta. Esa primera república, calificada de boba por los historiadores, no fue más que el escenario donde comenzaron a ventilarse todas las contradicciones que el dominio colonial había mantenido represadas.

Sería muy largo analizar aquí las causas que llevaron esta primera experiencia al fracaso, aunque algunas razones las explica Bolívar en el Manifiesto de Cartagena. En líneas generales, las consecuencias del terremoto de 1812, que destruyó gran parte de las fuerzas patriotas, la falta de numerario, las contradicciones de clase, la lucha por el poder, la desconfianza y la traición potenciaron la reacción realista. El caso es que ante la inminencia de una posible derrota y no queriendo nadie asumir el mando de las tropas patriotas, los mantuanos se ven obligados a recurrir a la experiencia militar de Miranda.  Investido de plenos poderes y nombrado Generalísimo primero, Dictador después, Miranda comienza a organizar un ejército unificado para enfrentarse a las tropas realistas, comandadas por Monteverde. Tarea prácticamente imposible ante una tradición de milicias locales y de provincias aisladas, a las que sólo parecían importarle sus propios intereses. Por otra parte, la dificultad en hacer cumplir sus órdenes por la animadversión que muchos le seguían profesando, el levantamiento de los esclavos negros y, finalmente, la pérdida de la plaza fuerte de Puerto Cabello, defendida por el joven Bolívar, obliga a Miranda, en julio de 1812, a capitular ante Monteverde.

Luego de la capitulación, Miranda y varios oficiales se dirigen al puerto de La Guaira con la intención de embarcarse hacia las islas vecinas o países cercanos para reorganizarse y reemprender la lucha. Pero la noche del 30 de julio, en circunstancias todavía no bien explicadas, Miranda es detenido por un grupo de jóvenes oficiales, entre los cuales Simón Bolívar, y entregado a los españoles. Días más tarde es llevado a la fortaleza de Puerto Cabello, donde es mantenido encadenado y en condiciones infrahumanas. Luego será llevado a Puerto Rico y, finalmente, a la fortaleza de La Carraca, cerca de Cádiz, donde le sobreviene una apoplejía el 25 de marzo de 1816, en vísperas de una fuga que ya tenía concertada, para finalmente morir el 18 de julio de ese mismo año, a los sesenta y seis años de edad.

Sin embargo, ni siquiera en prisión este hombre dejó de luchar por la justicia y la libertad. Durante ese tiempo, fueron varios los documentos que dirigió a las diversas autoridades españolas, incluidas las Cortes y al propio Rey Fernando VII, luego de su retorno al poder. En ellos denuncia los crímenes cometidos por Monteverde contra la población venezolana; exige, basándose en la igualdad de derechos entre americanos y españoles proclamada por la naciente Constitución liberal, la libertad de los prisioneros. Otras veces se siente derrotado y entonces clama por la reconciliación de la nación española y el regreso de los americanos a la madre patria. Pero ni aun esos momentos de desánimo lograron doblegar su espíritu de lucha. Un plan de fuga siempre estuvo en su mente, en tanto que en su corazón siguió estando presente el sueño de una patria libre e independiente, a la que también en este difícil e injusto final de su vida le ofrendaba su dolor:

"Yo sufro con paciencia esta abominable injusticia, porque ella debe tornarse en beneficio de mi patria, cuyos intereses me han ido siempre tan caros"(1815).

 

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