Pedro Enrique Calzadilla Pérez
Historiador
Fue el primer sudamericano en visitar la ignota Rusia y otros lejanísimos lugares. Reyes, príncipes, zarinas, sabios y artistas conocieron por primera vez por boca de este hombre, de las inmensas riquezas de América, de la inteligencia de sus habitantes y de la injusta situación que les impedía ocupar en el mundo el sitial que merecían. Pero si este periplo permitió deshacer en muchos la idea de un dominio incuestionable de España sobre sus territorios de ultramar, también proyectó internacionalmente la figura de Miranda como el hombre que podía resquebrajar dicho dominio. Tanto así, que el propio gobierno español arreció la persecución y envió órdenes a sus representantes en el mundo entero de intensificar la vigilancia y de arrestarlo de inmediato. Afortunadamente, los amigos que va dejando en el camino le protegen, le proporcionan salvoconductos o pasaportes con nombres falsos y no pocas veces le ponen sobre aviso de inminentes planes de captura. Este conjunto de situaciones, recogidas incluso por la prensa de la época, contribuyó sin duda a hacer de Miranda un personaje un tanto mítico y un prototipo de conspirador. Hacia la última década del siglo XVIII, su resistencia ante el poder español le había convertido en un símbolo de libertad, y para aquellos que en América habían comenzado también a pensar en la independencia de las colonias hispanoamericanas, Miranda fue el modelo a imitar y el maestro a escuchar.